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El maestro y la Vaca.

—Querido discípulo, querías hacer el favor de llevar a la vaca a beber agua en el río? —preguntó el maestro— y por favor, hazlo durante 15 días.

—Por supuesto, querido maestro! —afirmó el discípulo.

Todos los días el discípulo cumplía con su cometido, aguantando las inclemencias del tiempo: lluvia, frio, viento; soportando, incluso, las ventosidades normales de la vaca. Llegando al último día vuelve a tener con el maestro y le expone lo sucedido:

—Maestro, los primeros días fueron difíciles, porque la vaca quería seguir otros caminos y, lo siento, tuve que corregirla con determinación. En otros días, paraba a comer y echarse un rato, cosas que también la tuve que corregir, porque tú me habías confiado la tarea de llevarla a beber agua.

»Me gustaría saber quién llevará la vaca mañana a beber agua y poder explicarle lo sucedido para que no le pase igual.

—No te preocupes querido discípulo —contestó el maestro—, si tú, como maestro, y la vaca como discípulo, han hecho las cosas correctamente, ella podrá ir sola y no necesita nadie que le acompañe. Ella habrá aprendido el camino y lo que debe o no hacer.

»La educación consiste en conducir al discípulo al borde del rio. El discípulo desconoce dónde está el rio. En dónde se puede beber agua pura. Entonces el maestro le guía en ese camino, porque lo conoce. Cuando sabes dónde beber de agua pura, ningún otro rio podrá seducirte.

»A veces, tiene que usar de determinación y la compasión no está hecha solo de ternura, pues los golpes también pueden ser un acto de compasión. Si lo hacen bien, el discípulo entonces aprende, pero es un esfuerzo de dos, de repetir las veces que sean necesarias, hasta que la enseñanza pueda crear sus propias raíces.

—Mañana tú y yo iremos a beber de ese agua —dispuso al final el maestro sonriente.