Edwar Ritler

Ruth

Así sosiega mi alma cuando acostada a mi alma estas, Ruth; y tal vez no estoy dándome cuenta cuan cercana tu sonrisa sutil apacigua con esmero la ira de este pobre hombre que muere por dentro, ¡ah, sí! Yo era tal vez el espía celoso que atisbaba con rigor cada mañana al alborear tu mirada en el cielo, cada segundo sacro que fluía en el tiempo esperando con avidez una sonrisa escuchar aquí, aquí, en el púlpito incognito de mi corazón.
Ruth, en la tarde en que dormitaron parvadas de aves efímeras,  no sabía tal vez, que a los lejos, muy a lejos, un recuerdo ufano hermanaba similitudes nuestras al destino; pero recuerdo que al ingresar al salón, tu fina cabellera se elevó con la brisa que leve entró por la ancha ventana, tus lentes diáfanos me ocultaban con esmero los colores indispensables de tus ojos, aquellos que huyeron del arco iris de ayer. Tu semblante albo, suave como la textura del algodón de Tangüis, vislumbrar en el arcano mundo lleno de tanta oscuridad, y parece en tus mejillas, lozanas y pálidas, haberlas penetrado un beso, un beso ajeno infame. Ya no diré de tu cuerpo, delgada, divina escultura que moldeó Dios para mí. La misma ropa blanca, el mismo pantalón azul claro, y la misma actitud de todos los días, ¡ay! Mi niña, ¿Cómo así no he podido hablarte durante un año? Apartado de tu voz de niña, la presencia divina que moldea mi alma, la inspiración hecha carne de versos y párrafos que ahora, yo proso.  
Te amo tanto Ruth
 
Por ser indeciso, tímido y callado
Ha logrado el destino quitármela de mi lado.