Más triste que extrañar tus besos,
Es saber que ya no me hacen falta,
Más triste que quedarme sin versos,
Es saber que no resucitara amores muertos.
Creíamos que pasábamos por el amor,
Cuando el pasó por nosotros sin darnos tiempo
Para aferrarnos uno al otro.
Cuando te quería conmigo, por lo menos sabía que quería,
A hora que no te quiero, no sé si quiera algo,
Las noches que pasamos juntos, esas eran noches,
Hoy solo son la obscuridad que procede a la luz,
Donde soy poseído por los fantasmas de tu tacto por mi piel,
De tu boca en la mía,
De la soledad, de la melancolía.
Tu adiós, una sentencia incriminatoria:
“tú mataste lo nuestro”, dijiste antes del beso.
Beso con whisky y lejía,
Emborrachaste al corazón esa noche,
La razón intuyo su labor,
Labor intensa, pues olvidarte a un no sabía.
Dicha o desdicha de no volver a ser nosotros,
Que me permite hacer de tú saber,
Lo que tal vez deba echar en costales rotos,
Pues no soy el actor intelectual del homicidio
Si enterre la daga, fue por hacer lo que pedias
Cuando aun estabas.
Levantado el luto, revivido el ánimo
Puedo aseverar que las flores en la tumba
Solo hacen menos sombrío el panorama,
Que tú recuerdo a un me abruma,
Que tú nombre en el corazón ya no retumba.
Más tristes que esta tormenta de sentimientos,
Es reconocer que pese al tiempo alientas mis lamentos,
Que aun le escribo a lo nuestro, a nosotros ya muertos.