Ya nada me divierte,
lo que quiero no es
y lo que es no lo quiero.
Tengo hambre de todo
pero ese todo no me sacia,
lo que anhelo es incomparable
y el dinero no sirve.
Necesito una copa
que embriague más que el vino,
más, el vino está a mi alcance
y no es apto para mi sed.
¡Para qué noches!, ¿para qué?
¡Para qué el sol!, ¿para qué?
si pasan sin nada que ver.
Hay amores que llegan al alma,
que pasan de ser atracción
para tornarse en sufrimiento.
Ya nada me divierte,
en mi van todos los muertos,
todos, y como todos han dejado
los recuerdos que como pasado,
no desaparecen,
son la sombra que me acompañan
a doquier.
Aveces llega a mi vida
llevandose lo que fué verde,
como los alegres momentos
en que preso de ti era mecido
por tus labios, por tu piel,
por esas inefables caricias
que mataban el hastío y sembraban
esos instantes a los que escribo
y que están imborrables
en mi pensar.
Me quedan tenues momentos de lucidez
que ni el sol dora ni la noche
enfría por qué para qué tomarse
la molestia de tocarme,
si saben que de todas formas...
nada me divierte.