No escuchas amor
el desespero que corre
por el paraje de mi sangre,
en mi flujo entero,
sobre mi correntada,
mi vida y mi muerte?
No escuchas acaso
que se ahoga mi nombre
en soledades curvas
y que tu orilla
me queda a costas
de un altísimo infierno?
Que me salve un dios,
un ángel o el mismísimo diablo
me apueste y me pierda
-poco me importa-
yo quiero malherirte
de mi lengua,
repartirme por igual
en tu risa y en tu llanto,
-hostigarte-
ser tu miel, tu veneno
y desamparo,
tenerte atado a mi orgasmo,
pecarte con creces,
esclavizar tus manos
a favor de mi carne
y darme simplemente
como si fuera yo
una abundante taza de lluvia
y vos,
la boca que me sustente.