Dada la casualidad de mi destino frío
que mi piedra clavada fue una de río
pequeñez atroz con la que he topado
que a mi alma y pulmón ha desgastado
¡Oh, como he gritado!
Una piedra llorosa
de mucho ruido
una escuela piadosa
que no se ha ido.
Pero ahora la llevo
conmigo en el bolsillo
porque ahora sin miedo
no haría ni un estribillo.