Y lo hirieron de angustia
lo dejaron tan flojo
y al decir de su pluma
le robaron los ojos.
Le quitaron presentes
y futuros de risa
le mordieron el alma
le robaron las vidas.
Con un trozo de odio,
de ignorancia,
de miedo,
le quitaron los hijos
le escondieron los nietos.
Y siguió el derrotero de su mágica letra
recorriendo senderos
encendiendo las venas.
Construyó multitudes silenciosas de penas
en un mar de gaviotas,
de palomas de arena.
Y su voz aún perfuma todo viaje en su libro
como hoy,
como siempre,
aunque ayer se haya ido.