Carlos Fernando

Como niños

Como niños,

¿quién nos diera,

la merced de volver a ser,

como en la infancia,

solitarios o traviesos,

vestidos como

para ir de fiesta,

o despeinados,

con los pantalones rotos,

a nivel de las rodillas.

 

Quien nos diera digo yo,

la merced de poder  volver

al regazo de la madre,

o a sentir el tierno abrazo

del padre.

 

Echando el reloj

marcha atrás,

poder jugar y jugar

aunque ya se hiciera tarde,

para irse a dormir

a disgusto,

y al siguiente día,

hacerse el remolón

para salir de la cama,

y prepararse a la escuela,

pasar la terrible puerta

para entrar al recinto adusto,

para aprender lo que es justo,

y la tabla de multiplicar.

 

Porque a veces la terea

no iba en el interior

de la mochila escolar,

o temíamos tener que pasar

a escribir al pizarrón,

porque no podíamos entender,

cómo sumar y restar,

o dividir entre más

de un dígito. ¡qué cosa!

 

Ah si las pruebas de la vida

fueran tan sencillas,

como lo eran aquellas

pruebas de la profesora,

esa vieja regañona que

nos jala las orejas,

al dar la respuesta errónea,

o por andar echando gritos

a deshora.

 

Cuántas cosas, cuántos

aquellos recuerdos,

de las tardes lluviosas,

lo mismo que de los juegos,

cuando éramos toreros

de gloria, o soldados en batalla.

O los legendarios héroes,

de nuestros sueños.

 

Tantos recuerdos se guardan,

que por momentos parecen

fardos que arrastra

nuestra humanidad

menguada por la edad.

 

Nuestras ilusiones muertas,

nuestro diario batallar.

Que ahora seguimos siendo

soldados de ese miserable

ejército, que en vez de

premiar con medallas,

con dinero gratifica

nuestro esfuerzo al trabajar,

nuestras horas de desvelo,

nuestro tiempo que se va,

ese preciado tesoro

que ya no vuelve jamás.

 

¿Quién nos diera,

me pregunto,

la merced que volviéramos

a ser, inocentes como infantes,

sin desconfiar de la gente

que en una necesidad,

nos pide por caridad,

darle alguna moneda,

si nos queda, algo que dar.