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El Ajedrez.

El ajedrez es un juego que, básicamente, se compone de un tablero y algunas piezas de diferentes nombres, así de simple, sujetos a algunas reglas.

Hay quienes consideran, también, como un deporte o ambas cosas. Aquellos que lo practican adquieren enseñanzas, eso es cierto, a través del ensayo—error.

Podemos considerar la vida como un juego de ajedrez, y si es así, la vida es nuestro tablero —el plano físico donde nos encontramos y actuamos.

En el ajedrez no existe el “azar” o la casualidad, como tampoco lo existe en la vida.

El ajedrez no es un juego nuevo, sino que ha ido evolucionando desde tiempos inmemoriales, como la vida en sí misma.

Dios es el jugador que ha dispuesto las piezas —nuestras individualidades— en donde estamos y nos ha dado distintos nombres —peones, alfiles, caballos, torres, rey y reina—.

Por qué distintos nombres? Porque Él sabe en qué estado evolutivo nos encontramos y qué cualidades/capacidades disponemos para jugar el juego, pero todos somos Su vehículo para cumplir con la jugada que Él ha establecido.  Tú, como pieza, sabes donde estás pero no sabes dónde quieres llegar, entonces Dios —el jugador—  te muestra el camino a través de Su jugada.

Si no entendemos bien el por qué de nuestra jugada es porque desconocemos el objetivo o la meta del jugador, pero el jugador sí sabe el por qué de Su movimiento. La fe y la confianza que depositamos en el jugador es lo que hará que aprendamos con cada jugada.

Dios quiere que observes el movimiento de todas las piezas — individualidades— para que aprendas la enseñanza en el juego.

Dios no te exige que te des prisa en cumplir con Su jugada, sino que la haga conforme Él la ha establecido.

Dios sabe que el juego perfecto es aquél que termina en tablas, pero que, al final, todos triunfan como ganadores.

El objetivo de Dios no es ganar, sino que a través de Su jugada puedas observar, aprender  y conocer las consecuencias,  puedas evolucionar a otros tipos de distintas piezas y si es posible que su peón ocupe el lugar de reina que le corresponde —aquella que se mueve libremente por el tablero de la vida. Debe ser tu meta ocupar el lugar de reina cuando conoces que tienes la posibilidad y la oportunidad de hacerlo.

Dios te ha puesto donde estás y cuando termines ahí, te pondrá en otro lugar.

Solo tengas presente que puedes tener el tablero, las piezas, las enseñanzas, pero sin el jugador, nada de eso tendría un verdadero sentido.