Entre tu soledad y la mía,
había un puente flotando,
hasta que un mal rayo
lo partió un día.
En un lado quedó el tiempo,
en el otro el desencanto.
Y, de repente,
nos encontramos flotando
como almas supervivientes
de catástrofes y ruinas.
El puente se nos cayó encima.
El río lo barrió enseguida.
Se llevó al dragón negro,
la rutina
y, lo que es peor,
a ti y a mí, mi vida.