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ESCAPARATES

- ESCAPARATES -

 

(Manuel Vicent, El País  25-9-2011)

 

 

Cuando tomé la gran avenida,

mi soledad, circundada por tantos,

aderezada, se hincó en mis sienes

y se acodó en mi garganta con desparpajo.

Raudos, los colores de los automóviles

se desmigajaban sobre la calzada

siendo pasto infértil de la velocidad.

Atardecía el verano moribundo

entre toda la pulsión contaminante

que arrastraba un viento vago

arremetiendo contra indolentes fachadas

y prefabricados teatros musicados.

Mi pitillo consecutivo fue un lastre,

respiré agobiado por inercia

con el coral desacuerdo de mi cuerpo.

Indefenso, la publicidad dolía,

jactanciosa en los escaparates

tal punción que siega los ojos

y trepana los sesos con dejadez.

Una arcada me pensó titubeante

al candor de un semáforo en rojo,

un infinito minuto espiritual

subyugado a la lírica de la oferta.

Carteles fluorescentes atestiguaban

que los simios volverían a destruirnos,

que una medianoche en Paris podría amanecernos,

que el árbol de la vida era delgada línea...........

Pasar por dichosos era sencillo,

todos juntos desunidos en un ajetreo

conduciéndonos a las encrucijadas callejeras

con el dictamen de paralelos escaparates

donde donábamos la huella de la nariz.

Un autentico jadeo nos significó

desplegados todos los desesperados.

Una primera piedra hundió el cristal

y el lujo y sus excrementos

pudieron fundirse entre nuestros dedos.

Sobre el frenesí cabalgábamos, poseíamos,

y en una lágrima de sudor nos expandimos

por el sumidero de las revoluciones

que se apostó, intratable,

al futurible cobijo del bordillo.

La noche ardió en los contenedores,

el botín de los plasmas extrafinos HD

volaba carcajeando la victoria

mientras los móviles inmortalizaban

los sabrosos ambages de las felicidades.

Fue una madrugada de sirenas

con la Luna troceada

por unos cirros viajeros

de cabelleras sonrosadas.

 

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