¿A dónde se fueron todos
los que habitaron esta parcela?
La casa...los aleros...las golondrinas y sus
nidos...hoy fulguran en su hastío.
Se deja ver la soledad, disfrazada de tormento
y las hojas secas, elevadas por el viento,
formando torbellinos que se van a perder
en la bóveda azul del firmamento.
Hojas de aquel árbol...del ciprés de la esperanza,
aquel arbusto que fue plantado por mi abuelo...
aquél, en el que dibujábamos corazones,
atravesados por una flecha.
Hoy ya el corazón no existe
y mucho menos aquel árbol,
en dónde dejé tallados algunos sueños...
sueños con la inocencia del amor pueril.
Tampoco está la enredadera,
la que abrazaba a los limoneros...
aquellos limoneros en flor,
florecientes con trinos de amor.
Los alegres cánticos del ruiseñor,
allí quedaban impregnados, con los gorjeos,
de aquellas avecitas diminutas, que si acaso,
se alcanzaban a percibir en el espacio.
¡A dónde se fueron todos!
Hasta el cielo, teñido de magenta, palidece,
para perderse en la bruma que cubre el sendero,
que lleva a la casita blanca... dulce y perfumada,
por los naranjos en flor...
que sólo está en mis recuerdos.
Hoy sólo queda una casa en ruinas,
de lo que fue el hogar de mis abuelos...
con el verdoso musgo aferrado a sus tejados,
como un hijo al vientre de su madre.
Sólo sopla un viento gélido que penetra en el alma
y hace arrugar el corazón de melancolía.
Hay recuerdos de felinos, correteando a sus mininas,
quedando en el aire, el eco de sus maullidos y algarabía.
Aún se percibe el olor a humedad,
causada por la ausencia de estío,
de los que habitaron esta comarca,
en antaño, fuera la casa de los ancestros.
¡A dónde se fueron todos!
Por las ventanas desvencijadas,
sólo sombras se vislumbran, en los aposentos,
las sombras que divagan
de aquellos que ya no existen,
que vinieron a recoger sus pasos
y ya no quisieron irse.
Hoy ya casi nada existe,
sólo el recuerdo vago de las cosas,
y una bruma espesa
que esconde la añoranza.
Y los recuerdos de tu amor y el mío,
que quedaron plasmados,
en las grietas de las paredes
inexistentes del tiempo,
cual si fuesen heridas recalcitrantes, en la piel.
Sólo queda al fondo la tristeza,
esperando que la tarde muera,
para darle sepultura,
junto a mi vida
hecha despojos.
Felina