Enterrado en una fosa de mentiras
invoco al silencio
de las dimensiones donde reina,
acunado en su nana de plata.
Con su ayuda y mi cansada voluntad
voy mordiendo, arañando, apartando
pesada tierra sobre mi cuerpo.
Apenas consigo moverme.
Las mentiras pesan como recuerdos de dolor
llegados de repente.
Como ansia anidada en mi cueva
cuyo alimento bien conozco.
Lo intento de nuevo,
aunque abrir la boca
suponga tragar más engaños.
Los escupo para que no me hagan daño.
Pero mis fuerzas flaquean
y la superficie está menos lejos del cielo
pero más cerca de la desesperación.
¿Por qué me sepultaron tan hondo?
¿Por qué dejé cada día sumase
su pala mísera y triste
al festín de mi desgracia?