Está mi pequeña casita,
en solitaria ribera,
y en el silencio espera,
mi alma dichosa y solita.
Allí está mi amiga la rosa,
de seda ampulosa y de paño,
sin saber de ruido y de daño,
inocente, franca y olorosa.
Allí no hay sonido
que roce la paz de mi olvido,
ni el del lento andar del río.
Ni turbe los ensueños,
benditos y risueños,
de mi plácida ilusión.
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