¡Salve, aurora!
Háblame de Su rostro.
Dime si irradia gran gozo,
O si Su ceño está fruncido,
¿Ostentará del tizón la furia
O el semblante de metal bruñido?
Si feliz está, saberlo hazme
Con una señal, con algún guiño
Y bastará para sosegarme
Por favor, que estoy en vilo.
¡Corona del día!
Cuéntame de Sus labios.
Pulposos como las nubes,
Y rojos como la sangre
Que derramada, se hunde
En la tierra por mil cavidades,
Cuán profundamente corre
El espíritu de las venas por ella,
Así las grietas que me rompen,
Me desgarran y me atraviesan.
¡Sepulcro de penumbras!
¿Qué fue de esas 2 llamas ocres?
Mi sendero necesita Su luz,
En demasía abracé las tinieblas
Al vagar por este mundo sin virtud:
Ahora me devoran como fieras.
Alba querida, alba olvidada:
¡Cómo Le quiero ver en esta hora!
Pero Su compañía me ha sido vetada:
Sólo envuélvele por mí en tu aureola.