Quizá el negro te acentuaba más que el blanco
o lucías mejor con el cabello desordenado y
apuntando a todos lados como tu sonrisa asesina
de dientes encareados de mentiras y reproches.
Puede que con dicha indumentaria en mi aturdido corazón
aves negras se disputarán entre sí
el poco alpiste que solías tirarme de mala gana y
con los ojos marchitos dibujados a mano.
Pero eso sí , esta soledad fue la única en darte compañía,
en entender tu maldad que a veces maquillaba tu bondad,
en descubrir el lunar que jamás notaste,
en regalarte un atardecer de treinta de febrero.
Y rara vez eso susurró tu indiferencia o besó tu egoísmo
jamás dejaste de apuñalarme noche tras noche
y aunque me dolía ,ese amor que por ti sentía no cayó
nisiquiera se pasmó al ver a la dama más cruel.
Pero hoy vuelvo a nacer como este amanecer testigo
de estos versos dirigidos a tu risueña perversidad,
hoy aprendo a no amar tus puñales y juro que esta
es la última lágrima que por ti, mi alegría derrama.