Derramando café en mi vida,
cometiendo errores atinados
y besando mi aroma de fracaso
alistaba mi góndola para el naufragio.
Corría un cálido y sigiloso invierno
las aguas se teñían de entusiasmo,
junto a el cielo que la acechaba,
y mi góndola estaba más que lista.
Era un crepúsculo hermoso bajo una átmosfera púrpura,
las aves cantaban una derrota mientras que
la luna susurraba a mi soledad que no estaba sola
y el naufragio empezaba ya , sin demora, sin celeridad.
Naufragaba ya en una góndola
la sonrisa que solía llevar
allá por un lago turbio
lleno de perdices.
Las auroras eran mi única linterna,
el sol mi único amigo al que
se le enfrió el alma
al ver subir la marea.
Y vaya que este crepúsculo hiere tanto como
una sonrisa apesadumbrada,
pero no hay nada qué hacer
la felicidad triste hundió la góndola otra vez.