Da lo mismo la amorosa canción de un vasco o el patetismo de un ruso, es igual que llueva o escampe escuchando el adagio que por vez primera... contuvo la tristeza, no se levanta la ceja al oído de Finlandia, ni se hace la sonrisa en el juego prohibido. Pero eso sí... reapareces... y yo suspiro. –Sobre la música y la ausencia de Paula-
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Junior R. Velazquez L.
20.01.2014