Ya no...
Las paredes hablaron -umbral que no encuentra la luz-
Dudaré de todo. Escribiré con protesta del
tiempo, que se hizo espera sobre la mesa blanca.
La mesa blanca llena de hipótesis de luz.
Y no quiero que me toques.
Ayer salieron los perros.
Eran grandes como tu verbo,
híbridos como la laguna de tus niñas
al verme. Blanco pozo pletórico de hiedras.
Agua limpia. Reflejo de sombra y luz.
Luz.
Escribe de la luz que es relámpago,
en tu boca al tocar mi oído
y es onda pasajera en la
telúrica ceniza de mi alma.
Habla del reflejo de tu palabra
al cantar el gallo,
que es un huevo
y se hace incógnita absoluta
del principio de tu
luz- ángulo de sombras- amor.
Pero ya no.
No me toques.
No amanezcas de dolor,
arrepentido,
no te arrastres a mí,
como animal del Amazonas
buscando a su dueño.
[Ellos no saben que están presos]
No columpies mi fe
sobre tus manos que cargan
la piedra virgen de mi sueño
y tu hacha de hombre nómada
buscando la tierra,
para hacer su fuego.
No.
No pienses que mi grito
se congela de miedo
sobre la fábrica de tus pretextos
[Cerrado por inventario]
Fue un error,
hacer espera
vivir de espera
aquí estoy.
Tú eres el pasajero
que hace dedo
en las calles angostas
de cualquier carretera.
Al llegar el motel,
apaga la luz.
La factura aumenta,
al tener un cuerpo enterrado
sobre la cadena perpetua
de cualquier condena.