Hoy es una noche de esas,
fría hasta la médula y vacía como el cielo, tal vez;
Es una noche llena de penumbra,
donde mi mente comienza a divagar entre recuerdos
sucios de un pasado que se ha rehusado a dejarme.
Empieza toda la tortura de nuevo tal si fuera un deja-vu,
aquellas cosas que antes no dolían hoy arden como llamas que se apoderan de un bosque,
con tanta fuerza que me hace escupir una a una todas aquellas
promesas sin sentido que hice por motivo de felicidad. Promesas que
he guardado tan dentro que erróneamente me he llegado a creer.
Es una noche como cualquier otra, llena de monotonía y falsedad,
donde escucho lejana la voz de mi madre pidiéndome recapacitar,
donde una mano amiga se me hace como un oasis en el desierto.
Es una noche tranquila, bebo un poco de coñac para olvidar,
el problema es que lo que empecé queriendo no recordar
comienza a retumbarme en la cabeza para hacerse escuchar, sin
darse cuenta quizá que hay noches como esta donde me gusta fingir que
soy alguien más. No me importaría ser otra persona, con más o menos
capacidades que las que ahora tenga, no me importaría ser esa niña del
parque que corre detrás de su mascota con esa inocencia tan pura, con paz.
Es una noche para pensar, pero, ¿Qué puede pensar mi cabeza cuando está
tan distorsionada de todo lo que alguna vez creí real?, ¿Cómo puedo llamar
esto un poema cuando las palabras se me han atorado en la garganta?
En noches como estas enciendo un cigarrillo mezclado con la sal de mis
mejillas, esperando que no se perforen mis pulmones, sino la razón, así
todos esos recuerdos podrían irse.