AMOR A LA DISTANCIA II
He estado pensando en viejos amores lejanos
que por distintas causas jamás los veré...
y reflexiono, como buen ser humano,
¿por qué inicié lo que nunca concreté?
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Y por esas tantas cosas que tiene la vida,
por esas circunstancias que parecen fortuitas,
en que amigos y amores toman presencias conocidas
y nos vemos envueltos en sinsabores, con penas gratuitas.
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Y, así, cuando los llantos lejanos por alguien se han derramado,
estas lágrimas tristes son de agua salada que a un jardín destruye,
pero, además, estos dolores y heridas de amor se han provocado
cuando en la distancia maldita, al amor, ese encuentro rehúye.
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¿Para qué enamorarse de quien está tan lejano?
¿Para qué hemos de inundar de tristes lamentos
corazones con pasiones ardientes y placeres mundanos
si sufriremos por lo que la amante siente y por lo que yo siento?
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Es la cruel realidad de esperanzas muertas y de ilusiones idas;
de espíritus enamorados y de tantos poemas que han sido leídos,
que sembraron desencantos de viajes y visitas que fueron prometidas
pero que por falta de reflexiones ¡jamás se concretaron, según lo prometido!
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De esta manera, poco a poco, los amores se gastan y se pierden pasiones,
y así, por estas malditas distancias, surgen enojos o rencores explícitos,
y, otras veces, algún amante promete esfumarse de estas relaciones,
sufriendo el profundo dolor por la herida abierta de un amor ilícito.
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Eduardo Faucheux
21-01-2014