Compañeros del camino,
despreocupados del futuro y
concientes del pasado,
encarnados en vivencias
que no se han olvidado.
Consejeros por convicción,
conocedores por experiencia
en vencer a las derrotas,
en las cosas de la vida
y en aquello del amor.
Mensajeros de tristesas
que se vuelven a vivir,
cuando susurran al oído
lo que vienen a decir.
Viven en desvelo,
en los días y en las noches,
en las puestas de sol
y en los cuartos menguantes.
En los besos recibidos,
en los golpes de la vida,
en las puertas de tu alma
y en las noches de pasión.
En los cuentos de tu vida,
en las nubes de algodón,
en uno que otro sueño
y allá en tu corazón...
JCEM