—Querido maestro, por qué tenemos que repetir un Mantra, si, a veces, no conocemos su significado? —preguntó el d iscípulo.
—Queridos discípulos —dijo el maestro—, seguramente os acordaréis cuando os hacían repetir, en el colegio, la tabla de multiplicación.
«Al principio era eso, repetir, repetir, aunque no sabían lo que estaban haciendo, pues no les llegaba la comprensión. Luego de muchas repeticiones, empezasteis a observar que algunos resultados eran los mismos, a pesar de sus variantes en las diferentes tablas. Con eso, eliminasteis un buen número de repeticiones —por la comprensión. Otras repeticiones más y comprendisteis que los resultados también se podían hallar usando del proceso de suma, y que eran los mismos. Os habíais librado de otro tanto de repeticiones —por la comprensión.
«Cuando usas de la repetición, esto se convierte en un habito constante, y ahí llega la comprensión —el significado—. El hábito constante, entonces, pasa a ser natural en ti, lo absorbes y te haces uno con él.
«El mantra es eso, mediante la repetición del nombre de Dios, o de algo Sagrado, calmas la mente, te enfocas en la meta y llegas a la comprensión haciéndote uno con él. Es una práctica habitual usada por las diferentes religiones, pero la meta es única: —conocer la verdad. Y la verdad solo será conocida cuando puedas calmar tu mente.
Recordad: somos lo que pensamos.