Estas aguas rojizas son marea de fuego
que superan nuestra dimensión lacustre
en un vapor de caricias se confunden
nuestros cuerpos.
Somos huracán de temblores
que se proyectan en espuma de gozo.
creciente.
Las lenguas diseñan nuevas anatomías y
en las manos son brújulas sin control
perdidas en el trazo de los polos,
marcando ignorados atajos
de arenas y sales/
Del brusco hambre hundo en tus oquedades
dentelladas que golpean en las rocas
de mi pecho,
estalla flujo morado de ocales/
La ribera del lecho es una catarata.
Precipicio de acantilado.
Nos colgamos con manos de vértigo explosivo
en la senda del eco que memoriza el gemido/
.
En estas islas de suelo helado
descongelamos hasta el último pedazo,
unimos nuestros archipiélagos de humo
con el descontrol de la llama en tumulto/
.
Los ojos cubiertos de templado rocío
inmolando el cuerpo del lirio/
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