-¡Que me tiren de la lengua enmohecida!-dice Amapola ,
mirándose los dedos verdes de hongopereza escribidora.
-No importa si como comas y engordo más de la cuenta,
o si me llegan las cuentas y ya no hay modo que coma
tengo abstinencia de letras que no caen de mi boca,
que en trabazones se mueren, y con sus ojos se tocan,
pero no sucede nada, qué desemboque en poema,
y menos alguna cosa que se anime a ser escrita.
Estrofa santa que espera desde un exilio obligado,
no se asoma, no consuela, no conduele, se demora
masticándose el idioma en la aridez de sus letras
no desiste ,no abandona, y Amapola , la que escribe
temblándole tallo y hojas, ahora comienza a cantar,
con sus ganas de decir lo que nadie contradice
(por escasear oidores).