Encontré una preciosa margarita
Bajo el cielo brumoso de aquel día.
Estaba atrapada y triste en un riel.
Al verla así se me enchinó la piel,
Sollozando sus pétalos movía,
Poco a poco se ponía marchita.
Quise salvarla con un tibio beso,
Rociar sus blancos pétalos con lágrimas,
Revivirla con perfumes de amor,
Todo fue inútil porque cualquier flor
No puede revivir si la lastimas…
Sólo me despedí con otro beso.
Pero encontré nueva y dulce ilusión
Casi al final de mi triste sendero
Y lleno de admiración volé hacia ella,
Me alumbraba como una blanca estrella,
Lleno mi ser de amor tan verdadero
Que apenas si cupo en mi corazón.
Atravesé ciudades y autopistas,
Remonté las más ocultas veredas
Para llegar por fin a su cabaña,
Situada enfrente de la gran montaña
Rodeada de verdes arboledas,
Como las que se ven en las revistas.
Al estar ahí, en medio de rosales,
Con una vista que me enternecía,
Cabalgué sobre corceles de sueños,
Di rienda suelta a todos mis ensueños,
Leímos juntos dulce poesía:
Rimas, sonetos, tiernos madrigales.
En hamaca mecida con el viento.
Nos arrullamos sin sentir el tiempo…
Un ruiseñor brindó el canto a la vida,
La felicidad surgió bendecida,
Al llegar a los dos sin contratiempo
Y exhalando amorosa un dulce aliento…
La ilusión renació desde aquel día
Tan radiante, tan cálido y tan breve…
Que ha quedado grabado en mi memoria
Y no lo cambio por ninguna gloria,
Ni a borrarlo de ahí nadie se atreve,
Lo guarda y atesora el alma mía.
Miré a la lejanía sin tocarla,
Pero al avanzar yo, más se alejaba,
Hoy comprendo que la dicha es muy frágil
Que si la has de tener, debes ser ágil,
Yo al tenerla tan cerca festejaba
Poder besarla y con amor mimarla.
Nos retornamos llenos de embeleso
Viendo brillar estrellas en el cielo,
Al ocultarse el sol terminó el día…
Lloró calladamente el alma mía
Al ver colmado mi más caro anhelo,
Nos despedimos con un tierno beso…