Me caí de la nube que andaba y Nietzsche me sobaba.
Precisamente en este frío sin domingo,
Más jueves del que mis ánimos toleran,
Con un chínguere de alegría en mi tacita navideña
Y el olor a Veracruz por todo la casa
Se me viene a ocurrir pensar en el amor, ¡y bueno! -diría mi Su, la argentina-
Pero Jabicho tiene la culpa de las evocaciones subrepticias:
Asegura, con su algarabiosa boca lunamielera, amar a su pechocha Lety,
Con todos los derechos reservados del amor americano.
¡Vaya dulcemería romantosa!
Y yo, desertor de la última ausencia rompe-huesos,
De aquella, mi mujer, de los Altos de Jalisco,
Finjo no escuchar los jabicho-cohetones de feria,
En su pueblo aguamielero, de su “ronco pecho”;
Y es que “me caí de la nube que andaba” por intentar triples mortales,
Allá en los Altos y fui a sobarme la pena a un temazcal,
con infusiones de pétalos nihilistas y ahora me andan
Creciendo palabrejas azufradas, no muy curativas,
cuando hablo del Maestro de ceremonias
De circo de tres pistas – o sea el Sr. Amor-
Pero eso no quiere decir que no conozca de
Amores o cosas más rojizas, no; pero… para Jabicho, por ejemplo,
el universo confabula a su favor , como sobornado alegre, todos los días,
Y entripado de melaza, le brotan consejos para dar y Repartir;
en cambio yo, al chirrin de universo que me toca,
Por decreto divino, lo infusiono con tequila,
-Exceptuando fines de quincena-,
Todos los días de luna blanca: me hago un poco lobo y un poco tonel,
E invito a mi partner, maestro de ceremonias,
a asar malvaviscos, mientras lo escucho
Referir técnicas precisas para triples mortales.
Así que ya sabrán: el amor y yo, mientras
Se trate de convivencia sana y democrática, nos llevamos de pocas tuercas,
Sin la cordialidad zalamera que mi amigo pretende.
Ian Henry Deep