Escombros… escombros y arena en tus labios.
Insaciable sed y vos te lavas las patas con mis días restantes.
La noche es más oscura cuando las tripas cantan,
y se hace más larga cuando tus sueños transpiran.
Hambre… sed y hambre,
tu esperanza es hueso y tela,
tus plegarias, duerme en penas,
acurrúcate entre desaparecidos.
Etiopia en tus manos.
Niños bendecidos por el abandono del tiempo.
Esperando el pulgar de la parca,
que decida cuándo serán sorteados, para no regresar.
Y no serán más que el olvido del necio,
arrogancia por un pan que se vuelve arena.
Etiopia, cementerio de lamentos,
campo minado de niños que duermen la siesta de la vida,
despertando en la muerte para esperar a sus hermanos.
Y así, uno por uno, todos se van y nadie vuelve.
Ellos abandonan el infierno,
que supo ser paraíso hasta que llegamos,
con hambre y ceguera, miedo y rencor.
Etiopia en tus manos, en mis manos,
que ya no sea arena que se escurre,
hagamos algo antes de caer al suelo.
Lemos Maximiliano Daniel.
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