Te he llamado con la misma voluntad potente de un huracán sólido y obvio corrompido y maltrecho por los malos sueños. He intentado por las mañanas satisfacer la ironía paralela de tus labios perfectos, casi humedos resguardados la noche entera por la fina capa de tu saliva y así inferiores son cautivos mis deseos más secretos. Si supieras lo que estas palabras significan para mi, como un concepto ilusorio de imágenes bilaterales construidas por observar más allá que los dioses, más alto. Te he llamado mía por la curiosidad de saber qué se desprende de mi cuerpo, por aprender alguna vez (al menos una) que perder es ganar. Me agobvia esta idea geométrica de mi cabeza, esta fantasía de ti, de diario coincidir por las palabras correctas para seducirte. Pero detrás de todo esto mi terror emerge, me alerta que tu utopía y mi utopia son tan diferentes que si algún día nos encontramos de frente, no para besarnos, sino en combinaciones opuestas pasiones distintas y gustos de diferente manera.
No te conosco, pero no quiero que cambies esa manera extraña de vivir con la esperanza prometida de no darte por vencida, así como tú vives es aventura siniestra redimir a los días por ser espías de tus pasos. Te extraño, lo admito no sé por qué pero el tiempo ha cristalizado las ganas de tocarte, de hacerte suya, así como tú lloras por las noches el amor que ha inventado Neruda: "el amor que se va y no regresa." Quizá regresemos juntos, de la mano y sin nadie que nos detenga.
PDT: No te conosco pero te extraño.