Con el alma en las manos voy de prisa,
con la mirada fija en el vacío,
avanzo a no sé dónde.
Siento un cierzo que me congela
el pecho y todo mi esqueleto
y esta áspera voz lastima mi garganta.
En este otoño gris que verso,
sombras de sombras cubren mi mundo.
Cae una rosa moribunda
y en mi soledad y en mi tristeza
se oye el grito desgarrador de un condenado
que va rumbo al paredón;
este corazón que está sangrando
en un santiamén se vuelve trizas.
Mi cielo ya no es azul,
mi luna, pintada de nostalgias
se oculta bajo el negro telón
de tinieblas profanas.
La noche danza al ritmo del silencio,
de un sepulcral silencio
y mis versos caen al vacío.
Eugenio Sánchez