- PENITENCIA -
Llovía entre las piedras del arrecife
predispuesta la intuición del amanecer.
En el estallido del cielo,
caravanas afiladas de nubes gríseas
ribeteadas de un sarpullido rojizo,
aguardaban con paciencia desesperante.
Una mar de talante aceitoso,
desmayadas olas sin quejido,
le acaricia los pies dejándose,
eructándole el salazón de la brisa
y despejándole sus cabellos del cuello.
Dejó de sollozar, raudo todo,
con la escandalera de gaviotas
y sus atisbos avaros de presas.
Desde su perfil húmedo
rutilaba el derrame solar
como una historia breve e imprecisa
desmadejada al cutis de charol de las rocas.
Desde la costa sonó la vida,
tal vez un crepitar de un motor
o la pisada de una palabra desperezándose,
él resguardó las lágrimas en un pañuelo
y miró con desdén cómo aclaraba el horizonte
su línea inalterable de costumbre.
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