1- LA SISCIPLINA DE TU BOCA
El frio invierno se calmó
en el agua solar,
antes el otoño de hojas espesas
barrió la sombra de las veredas.
Se abrió la brecha oscura
iluminado tu cuerpo de centella,
Tu pelo fue hebra
de viento en recuerdo/
.
En la disciplina de tu boca
me hiciste rehén de tus besos.
Recorrí tus lunares
que solo mis labios conocen
y ese derrotero entre dos valles
es el desfile de la luna/
Cascada de agua en tus pechos,
liba mi garganta frutales
de tus senos y llego
a los valles de tu cuello/
.
Antes caminé las llanuras
de tu vientre
y las playas de tus laterales/.
Así subí a tus ojos
de almendro fijo,
en el minuto húmedo
con las abejas zumbando
depositando miel en tu boca
y el colibrí en el incendio
de tus hombros sorbía polen
de ascua con su pico en copa/
.
Agua despierta
en la noche de tu cintura,
mis labios son la succión
de arcilla
que extendieron tus muslos felinos
La brisa es el quejido
en mi ronca garganta de arena,
tú instalas un vuelo de águila
picoteando la presa
así como te inclinas en mi pulpa
con esas afiladas crestas
de piedras visibles,
En tu horno de boca
me absorbes como una
estatua de sal disuelta
en tu pozo de lava ardida/
.
Nación de mi sangre,
pueblo de tempestad,
conozco el foso de tu entrepierna
como un nativo
criado en tus cultivos.
Abro las puertas de tu huerto y
me sumerjo
en oceánicos puertos infinitos,
donde la tristeza se opaca
en brevedad de siembra/
Deliro en un arco de estambre,
suelto bandadas de saetas
con la punta marcada
de mis labios exquisitos.
Te he coronado reina
entre todos los campos
que he visto cruzando fronteras/
Piel de seda, rostro de muñeca,
con las guirnaldas de mis labios te honro
princesa reina,
emperatriz de mis blancos/
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2- PROTAGONISTAS
Nos invadían nuevos bríos
que favorecen el viaje
ecuestre en el protagonismo
del deslumbrar.
Sentimos la estocada en un reflejo
gozoso del agua,
que el mundo nos prestaba
clarines crepusculares,
juegos de espadas blancas,
interminables ocasos
en el bendito trofeo de la carne/
La hostia consagrada del alma
En el andén del acierto.
El sol iniciaba en las pestañas
de nuestro horizonte que instaba
la cura enroscada de la sangre.
En mitad de la partida
nos emborrachamos de hambre,
de cristales encendidos,
como lianas ensambladas.
La embarcación del sueño grande
forcejeaba en el nidos de metales.
La intimidad se mostraba desnuda
al ojo que no le incumbe
la asfixia de los canales ni
la desnudez de ese nudo de alambre.
Ahí éramos la palpitación al aire
del corazón en un pecho abierto
Dejamos hastiada la sonrisa cruda
del infortunio al latido de la piel.
La charca era marea sin gestos
cuando abruptamente enmudecieron
nuestros ademanes de puro templo/
En un baldío satisfecho
se grabó el hueco en el pastizal
como las patas del corcel llamado tálamo
dejamos un hueco sugiriendo el cenizo,
restos de flamas rotas en su nido
donde la calma era la pausa