RICARDO ALVAREZ

1- LA DISCIPLINA DE TU BOCA - 2- PROTAGONISTAS

1- LA SISCIPLINA DE TU BOCA

 

 

El frio invierno se calmó

en el agua solar,

antes el otoño de hojas espesas

barrió la sombra de las veredas.

Se abrió la brecha oscura

iluminado tu cuerpo de centella,

Tu pelo fue hebra

de viento en recuerdo/

.

En la disciplina de tu boca

me hiciste rehén de tus besos.

Recorrí tus lunares

que solo mis labios conocen

y ese derrotero entre dos valles

es el desfile de la luna/

Cascada de agua en tus pechos,

liba mi garganta frutales

de tus senos y llego

a los valles de tu cuello/

.

Antes caminé las llanuras

de tu vientre

y las playas de tus laterales/.

 

Así subí a tus ojos

de almendro fijo,

en el minuto húmedo

con las abejas zumbando

depositando miel en tu boca

y el colibrí en el incendio

de tus hombros sorbía polen

de ascua con su pico en copa/

.

Agua despierta

en la noche de tu cintura,

mis labios son la succión

de arcilla

que extendieron tus muslos felinos

La brisa es el quejido

en mi ronca garganta de arena,

tú instalas un vuelo de águila

picoteando la presa

así como te inclinas en mi pulpa

con esas afiladas crestas

de piedras visibles,

En tu horno de boca

me absorbes como una

estatua de sal disuelta

en tu pozo de lava ardida/

.

Nación de mi sangre,

pueblo de tempestad,

conozco el foso de tu entrepierna

como un nativo

criado en tus cultivos.

Abro las puertas de tu huerto y

me sumerjo

en oceánicos puertos infinitos,

donde la tristeza se opaca

en brevedad de siembra/

Deliro en un arco de estambre,

suelto bandadas de saetas

con la punta marcada

de mis labios exquisitos.

Te he coronado reina

entre todos los campos

que he visto cruzando fronteras/

Piel de seda, rostro de muñeca,

con las guirnaldas de mis labios te honro

princesa reina,

emperatriz de mis blancos/

 

 

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2- PROTAGONISTAS

 

Nos invadían nuevos bríos

que favorecen el viaje

ecuestre en el protagonismo

del deslumbrar.

Sentimos  la estocada en un reflejo

gozoso del agua,

que el mundo nos prestaba

clarines crepusculares,

juegos de espadas blancas,

interminables ocasos

en el bendito trofeo de la carne/

 

La hostia consagrada del alma

En el andén del acierto.

El sol iniciaba en las pestañas

de nuestro horizonte que instaba

la cura enroscada de la sangre.

 

En mitad de la partida

nos emborrachamos de hambre,

de cristales encendidos,

como lianas ensambladas.

 

La embarcación del sueño grande

forcejeaba en el nidos de metales.

La intimidad se mostraba desnuda

al ojo que no le incumbe

la asfixia de los canales ni

la desnudez de ese nudo de alambre.

 

Ahí éramos la palpitación al aire

del corazón en un pecho abierto

Dejamos hastiada la sonrisa cruda

del infortunio al latido de la piel.

La charca era marea sin gestos

cuando abruptamente enmudecieron

nuestros ademanes de puro templo/

 

En un baldío satisfecho

se grabó el hueco en el pastizal

como las patas del corcel llamado tálamo

dejamos un hueco sugiriendo el cenizo,

restos de flamas rotas en su nido

donde la calma era la pausa