Te quiero en vano sin querer quererte,
Siendo involuntario, lo que se mueve en mí,
Te quiero tanto, así de irreverente;
Como un amor inerte, que no florece en tí…
Que dolor, mi dama, que no pueda amarte,
Quedándome solo, con mí deseo enconado,
Y aun siguiendo, en mi destino errante;
Con mi dolor flagrante y mi deseo frustrado…
Pero no puedo hablarte, de lo que siento,
Porque te haría mas daño del que yo creí,
Porque sembraría en tu alma,
Tan profundo lamento,
Como el que yo siento;
Sabiendo que sin tenerte, aun así, te perdí…
Pero prefiero perderte, -sin haberte tenido-
Porque tu amor naciente, marca del mio su fin,
Quedándome sólo, como vulgar mendigo;
Que pareciendo inocente, se resigna a vivir sin ti…
Pero no puedo amarte, mi dama soñadora,
Porque yo soy el pasado, que se convierte en olvido,
Y tú siendo el presente, con tu risa seductora;
No debes perderte, en mi agonizante amorío…
Por ello te digo adiós sin haberte amado,
En mi deseo atrapado y con mis pasos tristes,
Pero sabiendo, que te amé demasiado,
Con mis heridas abiertas;
Que se transforman, en dolientes cicatrices…
Pero tú sigue de frente, con tu sonrisa tierna,
Y tú mirada radiante y seductora,
Navegando libre en lo profundo del mar,
Y yo estaré presente, en cada una de las olas,
Penetrando de repente, escondido en tu mirar,
-susurrando hasta inconciente-
Que pena mi doncella; que no te pude amar!!!
Arturo Domínguez. –Derechos Reservados- Enero 2014