- CONTESTATARIOS -
- I -
Fuimos sinfines de espinas
cuando decapitamos las rosas blancas.
Antes, nevadas de polvo, incipientes de moho,
se ofuscaban en primaveras múltiples
soportando la belleza prosaica
de la admiración difundida al paso
o la indiferencia del riego por aspersión.
Juiciosamente, nos zanjaron por pena capital,
muerte administrativa y veloz, feliz,
y nos sumieron en ánimas mordientes
adheridas a una corola de dardos
festejando alergias en nariz oportuna.
- II -
Quebramos el cielo
y tuteamos a dios,
entre risas y versos enlodados
rescatados de todas las vilezas
que acuñaban nuestras biografías.
Éramos una voz elevada,
ni siquiera nada solvente
para los que suspendían el futuro
entre estadísticas de riesgo.
Nos dio por dejar de movernos,
conocida ya la vacuidad divina,
y pudrirnos juntos, y distantes,
hasta que el hedor nos semejara.
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