Juan de Dios Jose

DERRIBO

Héroe hermoso caído,
que a ciegas a un inerme combatías
hasta que te envolvió una luz divina,
súbita, en tu designio,
que por tres días te paralizó,
herido a muerte sobre el corazón
de un verso enardecido;
y una carrera a zaga de la muerte
emprendes hoy tras una faz doliente
que nunca has conocido:

No llores siempre, pues vendrán mil llamas
desde el cielo, fundiendo nuestras almas
ante el sepulcro mío,
cuando traigas con alma compungida
ramos de nomeolvides, siemprevivas
y pensamientos finos.
Y, al andar solitario por la costa,
huirán en las bandadas de gaviotas
tu espíritu y el mío.