Elegi el aire y el sonido que llevarian pernoctando mis venas, no todas las tardes son buenas, bueno no vanas, amenas, deserticas como las dunas, dianas claras entre rostros de amargura, el propio candado exhibe la ranura para acabar con la atadura y una insegura serenidad levítica, que no es por hacer critica pero limita a un pueblo a orar por santos que ellos mismos dictan; la soledad no duerme convicta ni a la vista de lo oportunista que se muestra a veces el contexto, un lapso se pierde entre anexos y comas de un dialecto egipcio, prolapso del mismo amor habitante del alma, incesto copuesto en desmiento que asuntos volaron sin calma y entre el polvo de mis huesos bañaron en lluvia las flores y el carma de Aquiles, sonrieme si aun sientes que vives y sabes que hay males donde duele e interesa a fin de otros ajenos confínes.