La edad no importa,
las rosas crecen con rapidez
hermosean los campos, pero
se marchitan rápidamente.
Los árboles en cambio,
tardan muchos años en crecer,
y dar sombra y fruto.
Ambos tienen un tiempo y un propósito,
y un ritmo distinto para crecer,
y cumplir cabalmente
con el propósito para el que
fueron creados.
En las personas
la edad cotidiana
es una cuestión de ánimo.
En mi exterior,
se manifiesta la edad que tengo,
pero en mi interior,
en ocasiones me siento
como un niño de cinco años,
y otras
como un anciano de noventa.
Pero constantemente
caigo en la conclusión
que sigo siendo el mismo
en esencia.:
Un ser que fue creado
para la eternidad,
y por tanto, sin edad.
SHALOM