Tu eres pollo de perdiz
que navega sin consuelo,
sin poder alzar el vuelo,
despistado entre los surcos
asfaltados y parduzcos
por las calles de Madrid.
De esta ciudad casquivana
repleta de mercaderes,
hombres, niños y mujeres,
que al clarear la mañana
raudos a hacer sus deberes
movidas en arrebato
van pintando un garabato
con su fluido barniz.
Largo cual día sin pan
corriendo vienen y van
como si fueran autistas
mientras automovilistas
pegan gritos sin parar
y no dejan de mirar
a unas luces de colores.
Ni se fijan en las flores
que al lado de la calzada
repartiendo van olores,
ni reparten sus amores,
cortesía, simpatía,
con su sonrisa forzada,
a los que van por la vía.
Avanzan sin ton ni son
cual si estuvieran posesos,
son de sus deseos presos
que danzan bailando al son
que le marca el diapasón,
de sus impulsos obsesos.
Es el rio en que esto fluye,
en su enorme laberinto,
que nada más dar un paso
te encaraman al parnaso,
para ir después corriendo
y descender al infierno.
Aquí nadie se escabulle,
y al final siempre confluye
y vuelta así a su recinto.
Atrapados sin consuelo
en esta cruel telaraña
el ser humano fenece
segado por la guadaña
que le corta mientras crece
para acabar en un duelo.
Si mirándote a este espejo
has visto aquí tu reflejo
eres un pobre infeliz,
eres como esa perdiz,
ciudadano de Madrid,
tu eres poco más que eso.