Murialdo Chicaiza

VISIÓN DEL TIEMPO EN RUINAS: RUMIPAMBA

Si me hundo en las raíces

de lo que llamamos tiempo

veo a los hombres en su afán

de sobrevivir a las tinieblas.

 

Me siento como una pieza

traída por el azar a este espacio

en medio de árboles  que rodean

paredes con ventanas que trepan

dentro de las cuales los tristes

seres humanos cavilan nostalgias

o tal vez arcoíris monocromáticos.

 

En esta artificialidad

que no se da por vencida.

 

Mientras el frio y las nubes

despliegan sus alientos tan cerca

que cubren la cúspide del volcán

otros seres hace miles de años

-los yumbos y los quitus-

en este mismo espacio

con otros árboles, con otros cielos

prendían sus fuegos y hurgaban

entre los dioses sus almas

mirando al sol cada mañana

esperándole como se esperaría

al amante que se enciende.

 

Las plantas eran su alimento

su medicina y su sustento

-la chilca para el dolor, la chuquiragua-

eran uno con sus animales

-la dulce llama, el tímido cuy-

con sus muertos y sus vidas.

 

Ahora aplasto con mis pies

este espacio mágico y rescatado

miles de años después

observo las ruinas

las piedras de sus templos

cual dados de gris olvido

círculos de integridad geométrica

-habitáculos ovalados, el maíz y el fogón-

que apenas adivino y celebro.

¿Qué ha quedado del hombre

sino su huella de sobrevivencia?

 

Imagino que el tiempo acelera

y miles de años después

cuando dejemos de ser

tú que me desconoces y lees

yo que te imagino en silencio

cuando la niebla del tiempo

cubra nuestros recuerdos

¿quien pisará los vestigios?

¿qué osado sufriente imaginará

nuestras vidas y muertes?