Quiero ser yo quien te diga el sonido
De las notas de la escala celeste
Y el himno que entonaba complacido
Anacreonte con su inmensa hueste:
“Amor, apasionado sentimiento,
Tú que riges los destinos humanos,
Ya que nadie logra esquivar tu aliento
Ni los dardos lanzados por tus manos.
No sé cómo llegaste hasta mi vera
Y encendiste mi pecho de pasión,
Ni siquiera conozco la manera
De cómo impregnas a mi corazón.
Sólo sé que partiendo de aquel día
Ya no puedo escribir arte ni ciencia
Sólo escribo armoniosa poesía
Dictada por la voz de mi conciencia.
Hoy habitas completamente mi alma
Alentando en mi ser dulce ilusión
Al dejar trunca mi apacible calma
Hiriendo sin cesar mi corazón.
Sentirte es remontarse a las estrellas
Donde La Tierra parece un nidito
En donde bailan todas las doncellas
Para alegrar mi corazón marchito.
Es como navegar adormecido
Al paraje más lejano e ignoto
Y despertar alegre y dolorido
Exhalando lamentos de alboroto.
Eres un ser que viaja con las nubes
Que observa con estrellas titilantes
Que a todas partes vas, vienes y subes
Y brillas con la luz de los diamantes.
Eres fuego quemando con dulzura
Al herir con la daga más punzante,
Que embiste ciego con mansa bravura
Al tomar nuevos bríos cada instante.
A pesar de que todos te conocen
Nunca nadie ha podido describirte
Más te alaban siempre que en ti se gocen
Elevando su voz por bendecirte…”