Apreciada señorita:
La llamo de esa forma por qué no me han dicho su nombre y por qué no tengo pruebas en contrario del segundo asunto.
Quiero decirle que cada vez que usted llega a la hacienda de su padre, mi corazón corre más loco que el potro indómito que tumbó a mi hermano la semana pasada. Claro que él apenas está comenzando en estas duras faenas, pero cuando tenga el tiempo que yo tengo en estos menesteres, ya no lo tumbaran más, así que esa fue su tercera caída, solo le faltan novecientas noventa y siete, pues dicen que después de mil caídas , ya se hace diestro el jinete.
Volviendo al tema inicial debo decirle con mucha vergüenza que estoy enamorado de usted, y me perdona que se lo diga en una carta escrita en un pedazo de papel, porque me falta valor para hacerlo en persona, no por temor a usted, ¡no señor! sino por temor a que su padre nos vea y quiera tomar represalias conmigo y me despida de la hacienda, y al no tener trabajo no podré alimentar a la docena de hijos que me dejó mi mujer que se fue dizque al mercado hace como ocho meses y aún no ha regresado. Le estoy haciendo este ofrecimiento formal a usted, porque ya me cansé de esperar a mi mujer y creo que ya no regresa, así que me siento soltero de nuevo. ¿Qué le parece?.
Habiendo ya dicho todo lo que tenía que decir, y aclarando que mi declaración de amor carece de todo interés económico , dejo esta carta en sus manos y le doy a partir de este momento dos días para que me dé su contestación; de no ser así, entenderé que me ama pero que por temor a su padre no expresa su sentimiento y prefiere irse de nuevo a la ciudad a morir de nostalgia y pesares por este amor prohibido.
Atentamente el ordeñador del hato.
p.d. No tema, mis manos no tienen callos, uso crema nívea de esas modernas que salen por la televisión que dejan las manos suavecitas, después de cada ordeño.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Bajo el Nro. 55620114
Maracaibo, Venezuela