Cabalgas,
tú cabellera al viento,
el brío de tus piernas
enloquece a la bestia.
Y cabalgas,
los ojos miran fijo el infinito,
se asombran
y el animal encantado
recorre el vallado.
Cabalgas,
descubres caminos
y a tu antojo dominas la cabalgadura,
ella suda por el raudo paso que le impones,
tus ojos miran fijo el infinito.
Cabalgas
con la complicidad del aire
que deja al descubierto
los senos inmortales,
senos perfilados
para dar la batalla.
La jinete se agita,
da nuevo rumbo hacia
el caudal ruidoso y mágico: un nuevo mundo.
Cabalgas
meneando tus caderas
como balsa en altamar
y pones fuera de borda
a la cabalgadura,
convertida en un ferrari
gracias al poder que le das.
Cabalgas
allí en la cima,
donde eres la reina,
indiscutible y única
con un trono que debes perpetuar.
Cabalgas,
sobre una bestia mojada.
Complacida por tu monta
continúa su andar por el valle
hasta que tú quieras parar.
Cabalgas,
cabalgas y cabalgas,
bella mujer aparecida de la nada
y convertida en un todo,
que me miras y parece que
miraras el infinito.
Ahora cabalgas mojada de ti
para sellar el pacto que conduce
a este dúo a una historia sin fin.
René Baròn R.