Sentado sobre un sillón,
dormido me quedé,
con un rosario entre mis manos.
Tú abriste la puerta de casa
con tu propia llave.
Me habías comentado
que la habías tirado.
No me habías dicho la verdad.
Pero qué importancia
tiene en mi vida,
una piadosa mentira.
Has regresado,
y esto es lo importante.
Me desperté en el momento
que retiraste de mis manos
el rosario...al que recé
toda la madrugada,
pidiendo por tu perdón
y tu regreso.
Nada nos dijimos.
Ni una sola palabra.
Tomaste mis manos
entre las tuyas,
nos miramos
sin dejar de hacerlo.
Nos abrazamos,
nos dimos un beso en los labios.
Sentí renacer...deseos
de seguir viviendo.
Y mi llanto y el tuyo,
se unieron hasta convertirse
en uno solo.
Derechos reservados del autor (Hugo Emilio Ocanto -30/01/2014)