Invocación del sexo a la ternura
Qué pocos buscan el amor, qué pocos buscan,
bajo el cielo recién inaugurado,
algo más que no sea la torpe calentura,
la fiebre material de sexo a sexo,
luego un adiós y luego la pregunta:
¿es todo lo que da el progreso humano,
es todo lo que queda de cultura,
milenios de escarbar célula y átomo
para ver reducir todo a cintura?
No es que reniegue del goce de dos cuerpos,
no es que no haya llegado a aquella altura,
pero, perdón, yo creo, perdón, pienso,
que algo más hay que hacer si dos se juntan.
El beso del fragor genera estrellas,
las palabras más tiernas nos anudan,
no puede ser amor, después del goce,
ni el nombre recordar de aquella fruta,
no es todo procrear, lo tengo claro,
no es sólo compartir el fuego a oscuras,
la arcaica conjunción de lo convexo
con lo cóncavo en la noche y su penumbra,
qué bello, que grandeza, qué sagrado
el roce eterno y rítmico, la fuga
de dos a la certeza del conjunto,
de un par a la lección de la aventura.
No vayas solo al laberinto del placer,
el hilo es de los dos, la entrega es mutua,
el cielo puso allí el juicio y el canto,
la tierra al menos ponga su ternura,
vive en silencio esa constancia del encuentro,
por la alegría cuenten todos la hermosura
del sexo en que se entregan los amantes
y que allí aguardará por tu hora pura.
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31 01 14