¡Ay Brahms, cuán pienso en él! Le siento...
Desde el precipicio del alma,
donde el aliento del viento
derrama su fuego,
hasta el crepúsculo del silencio;
donde el etéreo anochecer
consagra, cada amanecer,
su anhelado lecho.
¡Mohicanos, caídes, sultanes, cerrad los ojos!
Cómo quisiera regresar a sus brazos,
al rocío de sus labios.
Volver a tocar la luna,
mientras el arpa de su cuerpo
arde en mil dulces besos robados.
¡Musa Calíope, mi amor viene!
Y mi existencia se reinventa.
Y soy vergel alfombrado,
y soy ángel alado,
y soy pez y luciérnaga.
Y pizarra de colores,
y cedro, y rosas y fresas.
Pequeñas letras, para vos...