Estas noches de estío favorecen la transformación;
el veto del pastor hace más dulce el placer.
Labios llenos de dulzor, de este ocre atardecer,
dientes finos y ácidos
para remecer la carne del fantasma,
no logra lo que el viento clama
porque se lo lleva en la espalda de la luna
la fortuna que atlas carga.
Me apena la grisácea apertura de choques
tan solo en el diván se perciben esas longitudes magnéticas.
Cuando cuente hasta tres,
estarás gritando de pudor en ese cuello sangriento,
te dejaré sin aliento por la función que prepare.
Evita acercarte a la noche, estaré tan cerca tuyo
que tus cenizas destruiré.