Prólogo
\"Se seca la grama, se marchita la flor, y la palabra de nuestro Dios se levanta firme por la eternidad\". Isaías 40:8
De un tiempo acá, no le canto a la muerte,
no me obsesiona, la veo de frente con el arrojo
de quien por amor a la vida, ya no le teme a morir.
Con la esperanza del que sabe que detrás
de la cortina de la muerte hay otra vida
placentera donde el dolor ya no angustia,
ni el hambre, ni el rencor, ni el frío se siente.
Cuando niño, la muerte me aterraba,
la calavera de la parca y su guadaña caprichosa.
La idea del sepulcro ocupado por carne putrefacta,
más que asco me imponía, pavor y desagrado.
De joven la brava lozanía y las fuerzas plenas,
me llevaron a ignorarla, otros morían,
y yo seguía aquí, sin inmutarme de la constante
amenaza de la muerte.
Mas sin comprender por qué algunos
con el futuro abierto en su horizonte en pleno,
se marchitaban como la flor que recién
abría los pétalos, por la mañana,
y al atardecer de ese día se marchita, y se pudre.
Mirando atrás al detener mi marcha, decidí
cambiar mi vida de errores y desmanes,
por la vida apacible del que ora.
La religión entonces me dio la esperanza
infundada de escaparme de la muerte
aborrecida convencido de aquellas palabras
del mesías que a sus discípulos promete,
la vida, sin degustar la muerte antes de Su Venida.
Y tuve entonces la osadía de creer que yo
no moriría, hasta los días postreros del
cumplimiento de la profecía, como los otros
que murieron y yacen en la tierra del sepulcro
frío, durmiendo en la esperanza de otra vida.
Pero, si hoy día, estoy seguro que moriré
como todos los que han muerto. Convencido
de que Dios es Verdad, la muerte ya no temo.
Porque morir no es la agonía y el sufrimiento
del enfermo, ni la lucha interior que padece
el suicida en su locura, ni es tampoco inexistencia
porque al fin el sueño es un símil de la muerte,
donde mientras el cuerpo respira, el alma sobrevuela
el inconsciente, soñando a vivir en otras vidas.
Porque morir es tan solo el instante y el camino
necesario, como un instante y un camino es nacer,
Y se muere, para que el alma continúe un viaje,
cuyo sentido y razón, es volver al Dios Eterno,
en otra Dimensión, en otro Universo inmaterial,
de otra sustancia, de plenitud y paz, donde
si la misericordia y la voluntad del Eterno lo permite,
encontraremos a aquellos que antes se fueron .
Y si no, al menos, la presencia del Creador, será
suficiente recompensa por la vida que se deja.
Porque se muere al nacer, y se nace a otra vida
cuando se muere, volviendo todos al punto de partida.