Estos clérigos de dios,
¡tan buenos, tan complacientes!
hacen dudar a la gente
y que a dios le den su adiós.
Pues si dios es indulgente
y siempre está a nuestro lado,
nunca podrá ser juzgado
en la misma proporción
aquel al que le han matado
que al que al matado mató.
Esta es una conclusión
que no tiene vuelta de hoja
y aunque el obispo la coja
y la envuelva entre algodón
las cosas son como son
-lo escribió Pio Baroja-
vasco como monseñor.
Poner en el mimo plano
al verdugo e inocente
ni es humano ni cristiano,
y menos propio de hermanos,
pues resulta incongruente
que pretenda el buen señor
que ambos se tiendan la mano
¡anda! como si nada pasó.
Después de pedir perdón
y compensar las heridas
esta gente mal nacida
tendrá que hacer contrición
-no darnos explicación-
y penar toda su vida
por tan criminal acción,
¡que interceda monseñor
y en el cielo dios bendiga!.