Hace semanas comencé a sospecharlo
y, apurado (hacia arriba), estiré otra rama;
quería llegar más alto, quería
alcanzar a ese sol que se escapaba
cada día más temprano.
Los últimos frutos maduraba
como despedida al verano que se iba.
Los vientos, paulatinamente
me fueron deshojando
y el primer copo blanco me trajo la noticia
(aunque no lo era tanto),
ya que todos los años sucede lo mismo, y
últimamente me estoy acostumbrando.
Hoy pasaron muchos pájaros
y varios de ellos, en mis ramas,
por un rato, descansaron;
cantaban, como siempre lo hacen,
pues les place... y me placen,
(no sé si con eso pagan el breve hospedaje,
no pregunté, tampoco me informaron).
Hoy no llovió como ayer,
y con el clima tibio aproveché
y ahondé mis raíces en el suelo;
encontré nuevo alimento,
húmedo y tierno... y me alegré.
En la cuarta rama que da al oriente,
a unos pocos centímetros del tronco
se oyen permanentemente
(en el nido que allí está), a tres pichones
que reclaman a sus padres,
aunque éstos los proveen;
y en el alboroto, entre mi follaje,
sus plumones esparcen.
Aquí estoy, después de la hondonada,
en una parte alta,
y es todo un privilegio,
pues una ladera cercana me resguarda
de los más feroces vientos;
cerca pasa un camino, y me entretengo
de vez en cuando, cobijando a los viajeros.
De noche, en el silencio,
me visitan las lechuzas y los búhos,
y a las zorras, entre los pastos veo;
pero lo que más me gusta
es el celestial océano de estrellas...
y cuando la luna sale:
que su plata me envuelva.
¡Si fuera hombre me gustaría ser poeta,
para cantar la belleza de la tierra!
Sería canto de gozo en primavera,
cuando todo reverdea...
y los colores explotan...
y el amor de todo se apodera.
Sería canto fuerte en el verano,
cuando el labriego al campo ataca
y hace saltar al alimento de la tierra.
Pero soy árbol y canto a mi manera,
en tenue silbo...
cada vez que el aire, conmigo, juega,
... y con las aves y el arroyo
hacemos la orquesta.
Si fuera hombre me gustaría ser profeta,
para decirle a todos
¡que nunca cesará la sementera!
... Pero soy árbol y entonces hago
frutas que semillas encierran.
Soy árbol y doy gracias a Dios
que así me hiciera
pues mi vida no cesa,
y si nadie me cortare
podría estar aquí hasta que Él vuelva.
Así que, mientras espero,
me seguiré estirando... y estirando,
creciendo con paciencia,
disfrutando experiencias...
como la de hoy, en que un joven
escribió en mi corteza,
con un acero: “Jesús te ama”,
... mientras lo hacía, cantaba,
... y, a mí, no me dolió... para nada.