Bajo por Galiano rumbo al Malecón.
Después de mucho tiempo
no soporto dejar de ver el mar.
En definitiva soy de La Habana,
aunque el Cerro me ama.
Sufro si no veo los barcos
entrando en la bahía,
con el Morro de guardián.
Descansa el aire sobre el litoral,
serpentea el muro y la sal me llega.
La familia lo abraza,
jinetea él, jinetea ella,
brillan en arco de luces
y se pierden en parte de la ciudad.
De luces a luces alucina todo.
Acostado olvido el color, percibo la brisa
En definitiva soy habanero,
aunque el Cerro me ame.